El viernes 19 de octubre iniciamos el viaje desde Montauban en dirección a Bordeaux. El tiempo no nos va acompañó en absoluto; el viento soplaba fuerte y llovió de manera constante.

 

A pesar de las inclemencias meteorológicas, desde los primeros quilómetros ya pudimos disfrutar de los paisajes de la zona. Nos adentramos por la zona vinícola del Medoc donde nos dimos cuenta que empezábamos a estar envueltos de viñas y Chateaus y tuvimos el placer de disfrutar de una excelente comida en el Relais & Chateaux de Cordeillan en un ambiente selecto y agradable. A la salida visitamos la bodega.

 

Después de la visita nos dirigimos al hotel Mercure Chateau Chartrons de Bordeaux donde íbamos a pasar las dos noches. Antes de la cena decidimos dar un paseo hasta el rio para tener un primer contacto con la ciudad, pero duró menos de lo que hubiéramos querido a causa de la persistente lluvia y más de la mitad del grupo ya estábamos empapados.

A la mañana siguiente nos dirigimos a la oficina de turismo de Bordeaux, una de las mayores ciudades de Francia para iniciar la visita. Descubrimos una ciudad llena de encanto, edificada con racionalidad y de escasa altura hecho que le da gran amplitud. También descubrimos uno de los puertos importantes en la historia y la economía francesa.

 

Íbamos disfrutando poco a poco de una ciudad que tiene un importante patrimonio arquitectónico del siglo XVIII y un centro histórico recuperado y adaptado a los peatones. Y la saboreamos gracias a la profesionalidad del guía local que nos documentó sobre todo aquello que veíamos. Ya al final del recorrido, el guía nos acompañó hasta al restaurante “Chez Jean”, un local muy agradable, donde hicimos un buen almuerzo y una reposada sobremesa. Después fuimos a comprar vi, como no podía ser de otra manera.

 

Por la tarde, y bajo una intensa lluvia, nos dirigimos a visitar la Duna de Pyla, la más grande de Europa, con unas dimensiones colosales y una espléndida vista sobre el océano Atlántico. Realmente espectacular. El tiempo nos hizo peligrar la visita, aunque gracias a las inclemencias climatológicas disfrutamos de una serie de situaciones divertidas con paraguas del revés, tierra per doquier…. A pesar de todo, valió la pena.

 

Por la noche, y teniendo en cuenta el cansancio general, hicimos una cena en el mismo hotel.

El domingo, y después de desayunar, unos cuantos “porchistas” empezaron su regreso a casa; el resto nos dirigimos a Saint Emilion; un pueblo medieval magnífico. Pudimos recorrer sus calles estrechas. Y, acompañados por un guía, visitamos una espectacular iglesia monolítica subterránea.

 

Nuestro viaje ya llegaba a su fin, pero nos quedaba el almuerzo en el Chateau Troplong-Mondot. Desgraciadamente solo nos deleitamos dos parejas, pero cabe decir que fue un almuerzo espectacular en un lugar auténtico. Disfrutamos del típico paisaje vinícola de la zona y de un bonito comedor. La atención recibida fue muy buena y la gastronomía sensacional. Y por encima de todo la compañía fue entrañable, un buen final para nuestro viaje a la ciudad de Bordeaux.

 

Xavier Matias
Soci nº 60