Hacia las 9.30h de la mañana del viernes, nos encontrábamos en el área de servicio de Montblanc en la autopista AP-2. Después de un pequeño desayuno, nos encaminamos juntos al inicio de un fin de semana inolvidable.

 

 

Como vehículos y personal necesitamos repostar, lo hicimos en la bella ciudad de Olite, capital del vino. Aparcados los Porsche frente al ayuntamiento, nos dirigimos a disfrutar de un muy buen ágape en el parador de turismo, situado en parte en el Palacio-Castillo. Posteriormente y bajo la lluvia, realizamos una breve visita por los alrededores del conjunto histórico de la ciudad, iglesia de Santa María la Real, Palacio Nuevo y viejo, incluso el ascenso a la torre del Homenaje con sus 134 escalones, desde donde se disfruta de una maravillosa vista.

 

 

Después de enriquecer estómagos y conocimientos, continuamos ruta hasta Donostia, para alojarnos en un muy agradable y confortable hotel, situado muy cerca de la playa de Ondarreta, contigua a la famosa playa de la Concha. Después de acomodarnos brevemente en el hotel, la mayoría decidió dar un paseo para disfrutar de las vistas de la maravillosa bahía de la Concha, de camino al restaurante Urepel, en el que teníamos que cenar, situado a orillas del rio Urumea, desde donde podíamos ver el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal. Después de disfrutar de una superlativa cena, volvimos al hotel, nuestro lugar de descanso, de nuevo disfrutando del camino por el Paseo de la Concha.

 

 

Para el sábado, nos habían preparado un itinerario de lo más interesante. Salíamos a las 9.30h del hotel, para dirigirnos a Getaria, donde pudimos disfrutar de un paseo por el pueblo pesquero, después de un intento baldío por visitar el museo Balenciaga. Con la bolsa repleta de compra de productos típicos como anchoas o txacolí, dejamos el puerto, para dirigirnos hacia Deba, por una fantástica carretera de costa, que nos llevaría a Mendaro, donde íbamos a visitar Chocolates Mendaro. Aunque a partir de este punto la lluvia nos acompañó de forma persistente e incluso torrencial en algún momento, pudimos disfrutar de una visita guiada acerca de cómo se convierte el cacao en una tableta, pudiendo incluso realizar una degustación del chocolate recién fabricado. Como no, la mayoría salimos de la tienda cargados de chocolates. Con las anchoas, txacolí y chocolate, continuábamos ruta, para dirigirnos al Santuario de Nuestra Señora de Arantzazu, donde teníamos previsto un magnífico almuerzo en el Restaurante Zelai Zabal, situado muy cerca del santuario.

 

 

Habíamos llenado el estómago, pero aún había que llenar el espíritu y eso lo íbamos a realizar en el Santuario, donde nos estaban esperando para una visita guiada por el mismo y sus dependencias. Después de un recorrido por varias salas y pasillos repletos de fotografías y con las explicaciones de nuestro guía, finalmente llegamos a la basílica, donde todos quedamos maravillados por la belleza de la misma, basada a su vez en la simplicidad. Quizás, como decía nuestro guía, era fruto de las energías positivas que emanan del lugar. Después de unos cuantos escalones, pudimos visitar la imagen de Nuestra Señora de Arantzazu, lo que marcaría el final de la visita al Santuario, con vuelta al Hotel, para un breve descanso antes de la cena. La mayoría realizaron el camino de vuelta por vías principales, aunque algunos, preferimos tirar de mapa, para improvisar una ruta, que con lluvia incluida, resulto ser espectacular.

 

 

Como no podía ser de otra forma, realizamos la cena en la sidrería Saizar, a la que nos desplazamos en taxis, pues no estaba indicado coger el coche después. Allí, además de comer de forma muy abundante a base de bacalao, tortilla de bacalao y el famoso chuletón, pudimos disfrutar de la sidra de las distintas cubas que poseen. La vuelta al hotel, nuevamente en taxi.

 

Para el domingo, los planes eran más relajados, pues teníamos la mañana libre para visitar la maravillosa ciudad que es San Sebastián, para reunirnos de nuevo en el hotel para recoger vehículos y equipajes, pues el fin de semana llegaba a su fin.

 

No obstante, aún nos quedaba el último cartucho, que era un almuerzo en el prestigioso restaurante Alameda, situado en la bellísima población de Hondarribia o Fuenterrabía, donde además, pudimos disfrutar de un paseo por el casco histórico y barrio de la Marina de la población. Incluso algunos se atrevieron a unirse a un grupo de gente que entonaba cánticos tradicionales en un acto festivo que se celebraba.

 

Después del almuerzo, cada uno emprendió marcha hacia el lugar de origen, en espera de la próxima salida. Dar las gracias a Óscar Muguruza por la elección de lugares y rutas y como siempre a Anna Casas, por la fantástica coordinación y gestión de las salidas desde la secretaría del Club.

 

Isidre Ricart

Soci nº 83